lunes, 14 de octubre de 2013

Roble de Bermiego, Tineo, Asturias

Roble de Bermiego, Quirós, Asturias

Roble de Bermiego. Condado de Quirós. El pueblo está ubicado en la zona donde viven los pocos osos ibéricos que aún tenemos en España. Este dato debe ser suficiente para que nos venga a la mente el paisaje y la naturaleza abruptos que diseña este paraje. 

Cuando intenté encontrar este pueblo perdido de las rutas normales de camino a Oviedo, no sabía la maravilla que iba a encontrarme.
Acabé en tres pueblos diferentes del condado hasta encontrar éste, ya que todos se encuentran en lo alto de montañas y la señalización es bastante deficiente. Los caminos hacia estos pueblos podrían ser perfectamente metas de montaña de carreras ciclistas. 

La primera anécdota, en el primero de los pueblos donde estuve, solo encontré, allá en todo lo alto de un hórreo, una mujer mayor que amablemente bajó a ayudarme a orientarme. La conversación fue inútil por su bable cerrado. Con las historias de idiomas que existen en nuestro país, he de decir que cuando todo es natural y amable se rodea de un aura fantástico y aún sin la información requerida volví por donde había llegado, tan contento del momento y de mi desconocimiento de donde estaba y donde debía ir. Me pareció fantástico (la verdad es que el entorno ayudaba bastante)
Al tercero de estos pueblos llegué al fin, maravillosa villa donde los hórreos pueden con las casas, casas aún antiguas, sin existir construcciones modernas. Seis o siete habitantes,  creo yo, acostumbrados a las visitas a sus dos habitantes más famosos (aquí se encuentra también el Teixu de Bermiego), me instaron a pasar hasta el centro del pueblo donde se encuentra el roble, con mi todoterreno. Sobra sitio, me dijeron.
Jamás lo he pasado peor ya que no había más de cinco centímetros entre coche y hórreos. Supongo que para un asturiano acostumbrado a vivir en la absoluta austeridad cinco centímetros es una gran medida. He de decir que aunque estaba solo con los vecinos todos ellos se volcaron para ayudarme, excepto unos perros a los que no gustó mucho la visita y así me lo demostraron mientras fotografiaba al gigante.

El roble, debió ser aún mas magnifico que en el presente, ya que se ven indicios de haberle atravesado un potente rayo, y ha sido algo descuidado y maltratado en los hendidos huecos de su tronco.

Aun así es un ser magnífico, y lo es aún más si se toma el entorno donde está ubicado, mirando a las verdes montañas astures, como desafiando a los plantígrados que osasen acercarse. Supongo que en sus cientos de años, algún oso habrá comido sus bellotas y se habrá rascado la espalda en su tronco.
Mi deseo es que al igual que se está recuperando  la especie animal emblemática de Asturias, se haga igual con esta especie arbórea no menos carismática.

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