jueves, 31 de octubre de 2013

Tejos de San Cristobal de Valdueza (León) y Salas (Asturias)


Tejo de San Cristobal de Valdueza (León)


Solo quedan unos pocos ejemplares de tejos varias veces centenarios en España gracias a culturas ancestrales que los plantaron para agasajar a antepasados queridos. Centros de referencia en las iglesias románicas españolas, encumbran a estas, a categorías de mágicas y veneradas. Este tejo de San Cristóbal de Valdueza es uno de ellos. Lamentamos una inscripción en su enorme tronco, realizado por quien evidenciamos, no respeta ni la vejez, ni la cultura, ni la naturaleza ni la belleza, ni tan siquiera la vida. 

Qué pena, no respetarse a si mismos.



Tejo de Salas (Cementerio de Salas, Asturias)

La relación y la veneración por los tejos plantados en cementerios para la protección y la unión de nuestros antepasados con el cielo, encuentra su mejor ejemplo en Salas, un precioso pueblo de Asturias. En el centro de una región llena de bosques y montes norteños, el tejo se encuentra en lo alto de una cima que llena el valle, y se ve desde cualquier punto del pueblo. Allí en lo alto protege y vigila que todo siga igual que siempre, al menos igual que en los últimos setecientos años.



martes, 29 de octubre de 2013

Tejo del Arroyo Barondillo


Tejo del Arroyo Barondillo, Rascafría, Comunidad de Madrid

Siempre estaré en deuda con esta Tejera. Por muchos años que pasen, la influencia que ejerció en mí persona en el verano de 2008 ha marcado muchos cambios en mi manera de ver la vida.
Siempre me ha gustado escaparme en soledad (aunque ya sé que no debería ir solo), a pasear por los llamados bosques singulares o a la búsqueda de ejemplares increíbles por su tamaño o su belleza. 
Alguien me habló de la única Tejera viva en la Comunidad de Madrid, en lo alto de Rascafría, en la parte que es propiedad de la Sociedad Belga de Pinares de Navacerrada.
Me documenté y sin pensarlo me encaminé a una maravillosa excursión de tres horas por maravillosos pinares de Pinus sylvestris, llamados también Albar, o de Valsaín.
Para encontrar los tejos (algunos de ellos enormes aunque el más grande es el de la fotografía), al final del sendero, se ha de cruzar el Arroyo Barondillo, que en estas fechas veraniegas ya no va demasiado caudaloso y se cruza con relativa facilidad.
El tejo de la fotografía, está catalogado como el ser vivo más añoso y veterano de la Península Ibérica. El estudio dendrocronológico de su edad a través de sus anillos es imposible ya que se trata de un ejemplar con cavidades huecas, madera muerta a lo largo de su perímetro y numerosas zonas en putrefacción, pero ha sido estudiado en paralelo a través de los anillos de sus congéneres, datando su nacimiento y germinación cerca del siglo VI de nuestra era. Es decir, puede tener cerca de 1500 años de existencia.
Dicen que los tejos tienen alma, que están más cerca del cielo que de la tierra. 
Dicen que son tóxicos, que sus ramas han sido usadas como veneno, y sus frutos, dependiendo que especie los coma, tremendamente poco digestivos (incluso mortales si se toman junto con líquidos).
A mí me dió la vida. Provocó la extrema exhaltación física de mi corazón, y llegó a ser la clave para tomar la decisión definitiva de arreglar alguna tuberia desgastada.
Prometí volver ya que no pude ver el ejemplar milenario en mi primera visita, y así, poder agradecerle y decirle, que despues de haber leido tanto sobre él, ahora al compartir esta experiencia, ya entiendo por que es el árbol de la vida y la muerte, del nexo del suelo y de la tierra hasta el cielo.

Lo hice en 2009 y nunca lo olvidaré. Gracias

lunes, 28 de octubre de 2013

Roble de la Mata del Pañuelo

     Roble Melojo, Rebollo (Quercus pyrenaica)
Rebollo de la Mata del Pañuelo, Rascafría, Madrid

Existen varias especies de robles en Europa. En España aparecen tres de ellas, quercus robur o carballo, quercus petraea o albar y quercus pyrenaica, melojo o rebollo. Aunque todas se hibridan, es la segunda la que se hibridamás con las otras dos confundiéndose entre ellas, a veces confundidas todas, siendo la primera de latitudes más altas y de espacios más fríos y húmedos.
En cambio, quercus pyrenaica vive en latitudes más bajas, es mucho más pequeño que los anteriores, formando bosquetes amplios y numerosos pero de individuos pequeños y estilizados, muy parecidos a los hayedos. Por eso cuando visité a nuestro protagonista, conociendo la especie, te sorprende más su tamaño. A excepción de una decena de ejemplares colindantes de tamaño considerable el resto del bosque lo componen robles de no más de 50-60 cm de perímetro. Por eso este árbol está protegido por las leyes de la Comunidad de Madrid, aunque ello no impide que su estado sea ya el de un anciano que debe padecer alzheimer ya que apenas recuerdan sus ramas como producir hojas y bellotas.
El paseo por la Mata del Pañuelo, además de bonito, es fácil y simple, ya que se trata de un amplio sendero por donde pasan habitualmente los forestales con sus grandes vehículos sin dificultad. Es zona de explotación maderera intensa. Para alguien como yo, que venero estos sitios, podría ser algo doloroso, ver como las máquinas motosierras suenan sin cesar y los múltiples troncos terminan descansando en las laderas de las lomas, en espera de su carga, para convertirse quizás en papel, quizás en muebles o tarimas de nuestras casas.
Es curioso, ya que nunca tuve esa sensación. Cuando el trabajo es equilibrado, se eligen los talados diseminados sin clarear el bosque, provocando la entrada de luz al interior, se provoca la fortaleza de los vecinos, haciéndolos más fuertes.
Viendo esto me pregunto el porque de talar a rasa gran cantidad de espacios naturales, como lo que vemos en continuo en el Amazonas, cuando a la larga  algo como lo demostrado en Rascafría es duradero, ventajoso, económico a largo plazo y lindo para la vista. La respuesta, sin duda, estará en la codicia humana, que siempre supera a la razón.
No pude ponerme en la foto para testificar mi llegada, ni para establecer la relación habitual de tamaños, por mi incapacidad de estabilizar la cámara. Menos mal que vino un gran amigo conmigo (que disfrutó más que yo del paseo) y podemos observar el tamaño del anciano melojo.

viernes, 25 de octubre de 2013

Alcornoque Dehesa Boyal Belvis de Monroy

Alcornoque Dehesa Boyal Belvis de Monroy


 Tengo una historia de amor y odio con Extremadura. La palabra Extremadura lo dice todo. Extrema y dura. A fe mía que lo es, sobre todo porque la naturaleza es tan intensa que puede contigo día a día, y cuando crees que la tienes controlada, al menos en entornos pequeños te manda un recado y te deja en tu sitio. Una de las cosas que más me ha llenado en mi vida ha sido cambiar mis entornos próximos mejorándolos en cuanto a su medio natural se refería.

Estoy vinculado a una pequeña finca en el corazón más seco de la provincia de Cáceres, en un valle entre dos grandes formaciones montañosas, la Sierra de Gredos con su majestuoso Valle de Tietar y la Sierra de Guadalupe, insigne ejemplo de castañares y pinares profundos.

Estas montañas magnificas paran las lluvias, y la pluviometría, aunque no escasa, si es verdaderamente estacional, manteniendo el valle muy seco durante varios meses al año. En un esfuerzo titánico plantamos miles de  encinas y alcornoques, por que sabíamos según los escritos de hace más de un siglo que en esta tierra precaria existía un bosque pleno mediterráneo.

Cerca de estas tierras existen otras fincas no masacradas que están llenas de grandes encinas y alcornoques, como el ejemplar de la fotografía, aledaño a estas tierras y de tamaños significativos. Da pena ver que no están bien cuidados y no sé cuanto tiempo nos durarán.

Años de sequías largas y traicioneras, así como poca ayuda de las gentes de estos pueblos que tienden a destrozar y no a mejorar sus tierras, han dado a veces con mi ánimo en el suelo, aunque cada vez que veo que una encina sigue su buen curso, aunque lento o prácticamente detenido en el tiempo, mi euforia aparece y me doy cuenta que mi espacio temporal es totalmente diferente al de estos seres

Espero que cuando pasen siglos, en estas tierras que decimos nuestras aunque realmente somos nosotros los que pertenecemos a ellas, nuestros pequeños árboles se conviertan en grandes y singulares ejemplares  y espero y deseo  que alguien que ostente amor y vocación  hacia estos seres, escriba algo parecido a lo que yo he escrito sobre otros de ellos en estas líneas.

Quizás, este libro sirva como homenaje a las personas que hace siglos plantaron, protegieron o mimaron estas maravillas. Gracias a todos ellos por su sabiduría.

jueves, 24 de octubre de 2013

Castaño del Cotanillo, Zarzalejo, Madrid


Castaño (Castanea sativa) Castaño del Cotanillo, Zarzalejo, Madrid

Dicen que la línea recta es el camino más corto. Pero el ser humano es muy complicado, pues cuando te ponen todas las condiciones óptimas para llegar a algo, casi todo el mundo tiende a complicarse y obtener o no, el resultado, después de muchas vueltas. 
Quizás sea un instinto para sobrevivir. La vida me ha hecho esto muchas veces, complicándose en el más fácil y simple de los obstáculos y se ha hecho exageradamente fácil, cuando algo era muy complicado en apariencia. 
Supongo que la realidad es que nuestras evaluaciones previas nos hacen ver de otro modo la vida, no siendo más que filosofía mal entendida.
La apreciación de la naturaleza en su máximo esplendor, te hace evaluar las dificultades desde el punto de vista de lo verdaderamente importante y las visicitudes menores se convierten en nada, dándote cuenta de lo verdaderamente importante de la vida. 
Esta es, sin duda,  la máxima de la verdadera filosofía zen japonesa. No tengas necesidades ni deseos no importantes ya que sufrirás con ellos y para ellos. Aprecia las cosas buenas de la vida que a menudo son las más próximas, sencillas y bonitas. Toma importancia de las cosas delicadas y minimiza las que no lo son y alcanzarás la felicidad.

Esto me pasó con este impresionante castaño europeo. Quizás sea el árbol más fácil de visitar de todos los más de 500 que aparecerán en este blog a excepción de los que están en sitios turísticos o en las ciudades.
La documentación previa era excesivamente sencilla. Desde Zarzalejo, subiendo por el deposito del Canal de Isabel II, media hora por la linde del pinar. 
La primera vez que estuve no fui capaz de encontrarlo. Eso sí, ese sendero a través de pino resinero, primero, y más arriba enebros y pinos silvestres fue muy agradecido a la vista. Llegué donde posiblemente no termina nadie que va a Zarzalejo, al final del cerro de la Machotas desde donde hay una vista magnifica del Puerto de la Cruz Verde.

Fue la segunda visita donde pude apreciar la majestuosidad del castaño más grande de nuestra comunidad. No llega a ser como los famosos del Bierzo o de El Tiemblo pero se asemeja.
Destacaría la cantidad de vestigios de tierra removida por los jabalíes alrededor del árbol en busca del manjar de la temporada otoñal; las castañas, que solo pueden disfrutar un mes al año. Quizás sea el fruto más evolucionado que exista ya que se recubre de una cáscara con terribles espinas, para evitar el manjar instantáneo de los animales, asegurándose que con el mal tiempo alguna castaña consigue finalmente germinar.

Según artículos publicados recientemente justo en esta zona se han descubierto indicios y ha habido avistamientos de lince ibérico. Por la zona no sería de extrañar que tan emblemático animal la hubiese elegido para  vivir de nuevo salvaje y libre.

martes, 22 de octubre de 2013

Secuoya Gigante, Árbol del Mamut,   (Sequoiadendron giganteum)       

Mariposa Grove, Yosemite Valley ,California, USA

Las Secuoyas rojas de Costa  y las gigantes de California  (Sequoia sempervirens y Sequoiadendron giganteum) son los seres vivos más grandes e inmensos del planeta. No hay ser vivo excepto los Abetos de Douglas y los Ecucaliptos regnans, también especies de árboles, que se les asemejen. 
Se descubrieron a mediados del s.XIX, por el hombre blanco civilizado, cuando contaba con millones de hectáreas a lo largo de la costa californiana. Y fue otra vez lo que llamamos civilización y progreso lo que las masacró hasta la extenuación a mediados de s.XX para que solo llegase a perdurar el 5% del bosque primario original. ¿Que llevará al hombre moderno a pensar que todo es infinito y además a creerse en posesión de la naturaleza?. Gracias a Dios hubo en esa época grandes políticos con visión y protegieron grandes áreas como Mariposa Grove, Yosemite o Sequoia National Park que han llegado a nuestros años en perfecto estado.
Pero ha llegado otra época, e igual que esta zona mundial se convirtió en referente mundial en informática con su Silicon Valley, se ha empezado a gestionar grandes zonas de modo sostenible, donde se tala con criterios sostenibles, además de hacerlo sobre especimenes más grandes, ya que se ha descubierto el diferencial en la calidad de la madera sobre individuos de más tamaño.
Las especies animales endémicas de la zona, de esta forma permanecen y crean más posibilidades de biodiversidad que también mejoran la genética de estos seres. Curioso es, mencionar, que llevamos toda la vida luchando contra el fuego como una maldición en nuestros bosques. Increíbles avances geobotánicos han constatado la necesidad de no luchar contra los mismos en las montañas de Sierra Nevada en California donde se ubican estos bosques de secuoyas. Estos árboles son tan magníficos que su corteza muy gruesa y suberosa aguanta continuos incendios en su nebari, lo que provoca el calentamiento de sus altas copas (se ha llegado a medir una secuoya roja con más de 110m de altura), consiguiendo la dispersión de sus minúsculas semillas sobre las cenizas de los restos de los árboles de su competencia como pinos, abetos o alerces, eliminando estos y generando las condiciones perfectas para su germinación. Actualmente los forestales no apagan lo incendios de pequeño y medio calado que se producen, incluso los provocan controladamente.
Esperemos que la técnica, el criterio y la formación sea el vínculo futuro entre estas montañas y nosotros para que nuestro futuro común sea mucho mejor.


 

lunes, 21 de octubre de 2013

Álamo negro. Zarzalejo, Madrid

Álamo negro. Zarzalejo, Madrid (Chopo)

En esta página del blog, me gustaría intentar enlazar y explicar, el encuentro del chopo que aparece en la fotografía, con la filosofía del amor por lo natural, que ha inspirado, no solo a la antigua sociedad japonesa que encumbró estos pensamientos a niveles de altura y belleza increíbles, sino también con muchas otras culturas ancestrales 
Nos hemos acostumbrado a necesitar un sinfín de cosas materiales, que en el mejor de los casos, se sustituyen en unos años de forma frenética, y en el peor de los mismos, no nos duran ni siquiera unos días, al ser sustituidos por otras necesidades u objetos que tapan las anteriores.
Pero no es difícil con un poco de sentido común, llegar a darse cuenta, de la falta de verdadero fondo que tiene esto, ya que nunca conseguimos llenarnos de estas cosas, ya que siempre, hay algo más a obtener. Cuando nos empezamos a dar cuenta de que no necesitamos esas cosas, las mismas llegan antes, las valoramos más y nunca nos sentimos mal por no conseguirlas. Quizás sea la apreciación de lo hoy en día llamado inútil, lo que nos hace alcanzar y llenar de satisfacción nuestros corazones. Situaciones como las de empezar a mirar a nuestro alrededor, pasear por el campo, observando a la naturaleza en su esplendor, así como la apreciación del crecimiento de los árboles, los cambios de colores y el movimiento continuo de la vida, nos llegan a hacer felices. Y es curioso que sea con algo gratis. Ver a tus hijos disfrutar y reír por subirse a unos árboles centenarios, saltar desde cuatro metros y querer volverse a subir, no tiene precio. Podemos tener grandes bienes materiales, pero sin la apreciación de las cosas internas de la vida no valen de nada. 
Dice la filosofía japonesa zen, que cuanto más vacío estás, cuanto más cosas dejas, más llenas tienes las manos. Cuando nos empeñamos en encontrar cosas, buscar desenfrenadamente cosas materiales, para muchas veces aparentar, e intentamos atrapar la vida entre las manos, esta se escapa y la perdemos. Sin embargo si dejamos que la vida te atrape, y consigues ser parte de ella, no como dueño, sino como parte del equilibrio del conjunto, sin hacer uso de ella, sino disfrutándola, llegas a la perfección espiritual, que te llena y te bendice.
Al dejar el deseo atrás, nos sentimos unidos a la fuerza del universo.
Dice esta filosofía que cuando llegas a la cumbre de la montaña, debes seguir hacia adelante para desprenderte de ti mismo. En ese momento pasas a formar parte de la montaña, se paraliza el apego por las cosas y los deseos intensos, descubrimos las cosas que no podíamos ver y ya somos parte de la naturaleza pura. Con esta sensación disfrutamos lo que la vida nos deja ver y tocar, y desarrollamos sentimientos que aunque antes estaban a menos de un metro, no podíamos disfrutar.
Alguien me preguntó un día como deberíamos observar los árboles. La respuesta es sencilla. No veas árboles. Mira un solo árbol como individuo, atrapa lo que te puede llegar a llenar y ofrecer. Luego observa otro. Cuando hayas conseguido individualizar las cosas que te rodean, podrás ver el conjunto en armonía y perfección y verás un cuadro totalmente diferente, lleno de vida y sensaciones.
Este chopo lo vi cuando no iba a verlo y no vi el castaño que iba a ver. Pero me pudo sorprender tanto como el objetivo no encontrado. Eso es la individualidad del conjunto, la búsqueda de lo bello y el encuentro con sensaciones no esperadas.

jueves, 17 de octubre de 2013

Sabinar de Hornuez

SABINAR DE HORNUEZ 

Impresionado me quedé al llegar a este paraje conocido como Enebral de Hornuez. Cuando uno se documenta sobre un árbol singular que aparece en muchas publicaciones y con el amor que siento por ellos, nunca me hubiera imaginado el espectáculo que observé en dicho paraje. Iba con la idea de lo que es habitual, encontrar la sabina de Hornuez, la sabina más grande de España, 19 metros de porte, a 50m de la ermita del mismo nombre, inmensa como árbol singular que de tal tamaño ha sido incluso portada en libros especializados.
Pero no me encontré un árbol singular, sino un bosque de árboles singulares, donde cientos de ellos sobrepasan tamaños enormes. Pude fotografiar muchos y he elegido tres por su singularidad como podría haber elegido otros muchos.
La primera elección es sencilla. La gran sabina de Hornuez (arriba), que ha sido desgraciadamente abatida por lo que aparentemente ha sido una gran tormenta de agua, nieve y viento.
Por la apariencia de las hojas de los troncos abatidos que aún estaban verdes, puede haber sido durante las tormentas que han sacudido el mes de enero de 2010. Terriblemente seguimos asistiendo a la pérdida de grandes seres vivos. El hombre sigue sin proteger a la protección.
La pérdida de esta gran sabina, es impactante ya que pocos ejemplares pueden alcanzar este tamaño en este tipo de especies. El sentimiento es quizás menor, por la grandiosidad del resto de ejemplares que minimizan el desastre.
La siguiente elección ha sido sin lugar a dudas por su tamaño y forma colosal de porte y edad como se puede apreciar en la foto. La última de las elecciones, por mi pasión por los bonsáis, es la increíble sinuosidad en el crecimiento de una de ellas que durante cientos de años ha endurecido y blanqueado su corteza, cayendo hacia el suelo. Es el bonsái perfecto.
Este sabinar tiene una gran historia en su corazón. Según cuenta la leyenda, durante un invierno del siglo XI, unos pastores protegiéndose en esta zona, intentaron hacer fuego en la base de una sabina, sin conseguirlo nunca. De pronto vieron un haz de luz proveniente de la sabina y una imagen de la Virgen en lo alto del árbol. Se llevaron la imagen a Moral para su iglesia. Al día siguiente la imagen volvió a aparecer en la sabina. Varias veces lo hicieron y en todas, la imagen regresaba. El pueblo de Moral de Hornuez, que antes solo se llamaba Moral, construyó una gran y hermosa ermita en el lugar de los hechos en medio del sabinar milenario como ofrenda a la Virgen. Ambos, Sabinar y Ermita se encuentran ahora en perfecta armonía y salud y se protegen mutuamente.




miércoles, 16 de octubre de 2013

Alcornoque Navalmoral de la Mata


Nos vinculamos a nuestro entorno, aunque no queramos. De esto estoy plenamente seguro. Todos nosotros hablamos de mayores acerca de las cosas que vivimos en nuestra infancia y en una gran parte de ellas están vinculadas al entorno y muchas veces, los árboles son grandes protagonistas.

Nuestros ancestros han vivido fundamentalmente en pueblos en su niñez. Somos la primera generación, que ha vivido plenamente la infancia en zonas urbanas, gracias a la revolución industrial del siglo XX, donde las migraciones hacia las ciudades fueron masivas.

Debemos saber que hemos perdido una gran experiencia en nuestras vidas. He escuchado placidamente grandes historias de mis abuelos (gracias, Benita), padres o amigos con más edad. Historias maravillosas vinculadas a nieves, sendas en bosques, lobos o grandes alcornocales familiares donde se enseñaba a los niños a vivir con la naturaleza vinculada en sus vidas.

Hoy no tenemos nada de todo eso, por que nos hemos separado radicalmente de la naturaleza, aunque algunos nos hemos empeñado en provocar en nuestros hijos una dicotomía entre ciudad y campo, entre coches de ultima generación y árboles milenarios, entre cines en 3D y bosques singulares, y por supuesto, entre amor paternal y  natural, entre crecimiento personal y respeto hacia otras formas de vida con su pleno derecho a vivir.

Hay algo que me fascina cada vez que puedo verlo. Cuando se produce el descorche del alcornoque en los primeros días, la capa de cambium interna que se muestra visible es extraordinariamente roja. Pero lo mejor está por llegar, cuando podemos observar estos colores cuando la luz del día acaba y los rayos de luz se reflejan horizontalmente, provocando cambios constantes de tonalidad en estos troncos, pasando del naranja al ocre y del ocre al rojo intenso. Fantástico.

Algún profano podría pensar en el daño que se produce en el árbol al retirarle la corteza y dejarle desprotegido. Es cierto que ver alcornoques nunca descorchados es algo grandioso. Pero la verdad que si hablamos de ecología esta práctica ancestral es el ejemplo vivo de sostenibilidad. Existen más bosques por que son rentables, mucha gente puede vivir del campo sin arrasar los mismos para agriculturas intensivas, se lucha contra el cambio climático, se consigue un material, el suber o corcho, de propiedades magníficas y participa en la elaboración de un producto maravilloso como es el vino.

Lo único que se puede pedir ya es que esa moda de tapones de plástico que se intenta introducir en el mundo del vino sea solo eso, una moda, se tenga en cuenta todo esto y se mantenga lo ancestral, que además es sin duda, mucho mejor.


martes, 15 de octubre de 2013

Roble Melojo, Rebollo (Quercus pyrenaica)

Roble en Matabuena, Matabuena, Segovia

"Eres más fuerte que un roble" Con esta frase se dice todo. Que te comparen con este ser es un orgullo. Cada vez que me surge la comparación conociendo las características de este ser de la fotografía me llena de vida y placer. Los robles de Matabuena (hay varios),  tienen ya muchos cientos de años, y aún así son fuertes y grandiosos. El roble representa los cuatro valores más importantes de la vida. Su primera y principal posesión es la Fuerza. Una fuerza sobrenatural que se sobrepone a todo lo malo y perverso de la vida. Y se distingue por su porte inmenso, fuerte y brutal. Representa el Valor, ya que sin miedos, regenera grandes superficies peladas por los incendios, necesitando mucha luz de joven (son muy heliófilos), y adaptándose de mayores a más sombra para dejar que otras especies los acompañen.
Representa la Sabiduría, ya que es el buque insignia de la Marcescencia, propiedad de estos árboles que les hace fortalecer los peciolos de sus hojas, aun secos, no permitiendo la caída de las mismas, con el beneficio de la protección de sus futuras yemas primaverales y el aseguramiento de la mejora de su suelo con sus propias hojas cuando ya caen en primavera al salir las nuevas, debido a que ya se han perdido las del invierno, asegurándose alimento en su base durante más tiempo.
Y representa la Nobleza, ya que muchos pueblos los han elegido como estandarte de sus conclaves y reuniones, para preservar la unidad de los pueblos y sus culturas.

Tengo dos robles en mi jardín. Uno es privado, norteamericano a más señas, rojo otoñal donde los haya. Roble rojo americano (Quercur rubra). Lo planté por la espectacularidad de sus colores otoñales y su rápido crecimiento. Los he visto grandes en reforestaciones en Burgos y casi no puedo imaginarme como estará el mío dentro de 20 o 25 años, inundando de color otoñal, prácticamente todo el jardín propio e incluso el comunal. Mido su perímetro de crecimiento todos los años, y verifico que crece con salud y vigor. Espero sea un referente en la zona en el futuro. Otro planté en el jardín común. Un roble español, así le llaman. Crece más lento, pero aún así la marcescencia es y será espectacular, salvo por que algún jardinero con escasos conocimientos lo haya querido talar. "Se ha secado, comentaron en una ocasión" Gracias a Dios, pude informarle de esta espectacular propiedad. Espero que se haya imbuido de esa información y ya no corte ninguno más allá donde su labor cotidinia le lleve.

lunes, 14 de octubre de 2013

Roble de Bermiego, Tineo, Asturias

Roble de Bermiego, Quirós, Asturias

Roble de Bermiego. Condado de Quirós. El pueblo está ubicado en la zona donde viven los pocos osos ibéricos que aún tenemos en España. Este dato debe ser suficiente para que nos venga a la mente el paisaje y la naturaleza abruptos que diseña este paraje. 

Cuando intenté encontrar este pueblo perdido de las rutas normales de camino a Oviedo, no sabía la maravilla que iba a encontrarme.
Acabé en tres pueblos diferentes del condado hasta encontrar éste, ya que todos se encuentran en lo alto de montañas y la señalización es bastante deficiente. Los caminos hacia estos pueblos podrían ser perfectamente metas de montaña de carreras ciclistas. 

La primera anécdota, en el primero de los pueblos donde estuve, solo encontré, allá en todo lo alto de un hórreo, una mujer mayor que amablemente bajó a ayudarme a orientarme. La conversación fue inútil por su bable cerrado. Con las historias de idiomas que existen en nuestro país, he de decir que cuando todo es natural y amable se rodea de un aura fantástico y aún sin la información requerida volví por donde había llegado, tan contento del momento y de mi desconocimiento de donde estaba y donde debía ir. Me pareció fantástico (la verdad es que el entorno ayudaba bastante)
Al tercero de estos pueblos llegué al fin, maravillosa villa donde los hórreos pueden con las casas, casas aún antiguas, sin existir construcciones modernas. Seis o siete habitantes,  creo yo, acostumbrados a las visitas a sus dos habitantes más famosos (aquí se encuentra también el Teixu de Bermiego), me instaron a pasar hasta el centro del pueblo donde se encuentra el roble, con mi todoterreno. Sobra sitio, me dijeron.
Jamás lo he pasado peor ya que no había más de cinco centímetros entre coche y hórreos. Supongo que para un asturiano acostumbrado a vivir en la absoluta austeridad cinco centímetros es una gran medida. He de decir que aunque estaba solo con los vecinos todos ellos se volcaron para ayudarme, excepto unos perros a los que no gustó mucho la visita y así me lo demostraron mientras fotografiaba al gigante.

El roble, debió ser aún mas magnifico que en el presente, ya que se ven indicios de haberle atravesado un potente rayo, y ha sido algo descuidado y maltratado en los hendidos huecos de su tronco.

Aun así es un ser magnífico, y lo es aún más si se toma el entorno donde está ubicado, mirando a las verdes montañas astures, como desafiando a los plantígrados que osasen acercarse. Supongo que en sus cientos de años, algún oso habrá comido sus bellotas y se habrá rascado la espalda en su tronco.
Mi deseo es que al igual que se está recuperando  la especie animal emblemática de Asturias, se haga igual con esta especie arbórea no menos carismática.

viernes, 11 de octubre de 2013

Roble Valentín, Tineo, Asturias

Roble Valentín, Tineo, Asturias

La historia de los robles es la historia del mundo, ya que son seres fuertes, longevos y con gran energía.

La historia moderna de los hombres es similar, pero mucho más centrada en las cosas que consideramos importantes, aunque muchas veces, no lo son realmente tanto.

Con este pensamiento, siempre he procurado aprovechar las actividades cotidianas, sin descuidar éstas, con  visitas a sitios cercanos que me parecían dignos de visitar por su singularidad.

Así que mientras trabajaba por Asturias, y aprovechando tiempos donde la gente suele irse al hotel o a pasear sin criterio, me propuse conocer monumentos naturales, cercanos a los lugares donde teníamos actividades de trabajo, y de este modo conocí unos cuantos ejemplares inmensos.

Uno de los mayores robles que existen en España, se encuentra en un pueblo de Asturias llamado Valentín, perteneciente al condado de Tineo. Es inmenso y situado en lo alto de una cima junto a un pajar con apariencia de abandono. Le acompaña otro roble muy grande pero mucho más joven, al que normalmente no se llega a ver, por el tamaño de nuestro amigo.

El ejercicio de mi visión me premió con una visita inesperada, que no pude fotografiar, por que estas cosas siempre pasan cuando la cámara ya está guardada. Un ejemplar de águila culebrera se posó en el roble a menos de cuatro metros míos, con la tranquilidad suficiente para pensar, que es zona donde no se conoce el miedo al humano, o quizás, pensó, en que tal ejemplar no podía darle mejor seguridad y apoyo. 

Después de varios segundos observándome, me hizo, aparentemente un gesto de aprobación y se fue como vino, planeando hacia el valle, con un ligero aleteo, y por supuesto, con mi envidia y mi fascinación. 

El roble no podía haber tenido mejor amistad y yo, no pude verlo en mejor momento. Pienso que la gente ahora busca en modernos establecimientos de masajes y agua, el relax y el descanso. Yo creo que jamás alcanzarán esa paz como yo lo hice en ese momento.

Recogí unas cuantas bellotas de nuestro roble, con la intención de germinarlas (ya lo están haciendo) y poder modelar un bonsái con la genética de nuestro amigo (que sin duda será muy buena). Espero que dentro de unos años, exista una réplica de nuestro roble en alguna terraza de mi Madrid eterno.

jueves, 10 de octubre de 2013

Tejo de Bermiego (Asturias)


Podemos definir a los árboles como vegetales con un sinfín de propiedades positivas para los ecosistemas, para el equilibrio del aire, como reguladores de la vida e incluso como indiscutíblemente líderes en paisajes inconmensurables.

Pero falta algo importante, ya que sin duda, poseen una energía vital o aura (como todos los seres vivos) que liberan hacia nosotros y mejoran nuestra existencia.

Durante siglos los árboles han sido centro de las villas y pueblos, donde se han producido reuniones comunitarias o fiestas populares, donde se juzgaban actos perversos o se rezaba conjuntamente para las peticiones comunes.

La mejor representación de estas actividades la ejerce el Tejo, árbol venerado durante siglos, plantado en cementerios como herramienta de nexo de las personas a la tierra y como carretera del viaje del suelo al cielo, y a su vez por estas mismas razones, masacrado y talado hasta la extenuación y prácticamente exterminado en nuestros días.

Gracias a Dios aún quedan ejemplares centenarios en cementerios del norte de España como los que aparecen en las fotos de los pueblos de Bermiego y Salas en Asturias. Aún he podido ver mujeres de avanzada edad arreglando las tumbas de sus fallecidos hace ya muchos años y cuidando los tejos cercanos, ya que estos pobladores tienen la certeza que existe este nexo de unión entre sus familiares y estos tejos centenarios (incluso milenarios)

Este Tejo de Bermiego ocupaba plaza privilegiada en el centro del cementerio, hasta que se trasladó dicho camposanto a una nueva ubicación. El Tejo, ahora, esplendoroso y raramente en un estado casi perfecto pese a su longevidad, ocupa toda la plaza, él solo, disfrutando de su privilegiada vista y de su entorno, aunque supongo lo compartirá, ya que sin duda, está lleno de almas y bendiciones.

Cuando te acercas, y te sientas a su lado, sientes su respiración y toda la energía que emanan, es como si todas las generaciones que han pasado a su lado, te trasmitiesen su experiencia y empezasen a contarte todas las anécdotas de su vida.

Es importante comentar que son especies de crecimiento muy lento, de apenas unos milímetros anuales de anillo de crecimiento, por lo que es más bello aún contemplarlos enormes y saber el tiempo que llevan entre nosotros.

Espero que lo sigan haciendo aún mucho más tiempo.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Haya Europea. Fagus sylvatica, Ezcaray, río Oja

Haya europea en Ezcaray


Si los robles son los reyes, las hayas son, sin duda, las reinas del bosque.
Cuando paseas por un hayedo, lo más impresionante que ves, sin duda, es observar la luz entrando por el cielo, pudiendo observar los claros-oscuros que hacen del entorno algo fascinante, casi mágico.

Si pudiésemos imaginar dónde viven brujas y gnomos de los bosques, sería seguro, en los hayedos norteños.
Si además te encuentras con ejemplares como el de la foto, ya se convierte en algo especial.

Los hayedos son bosques muy especiales, ya que donde existen consiguen mantener pluviosidades muy altas, con ríos hermosos y caudalosos, desplazando a pinos negros y silvestres y consiguiendo en menores alturas sobre el nivel del mar acompañarse de avellanos, nogales y fresnos que reciben las aguas donadas por estos bosques.

Poseen la gran virtud de enriquecer la tierra con sus hojas marchitas, abonándose, a sí mismas y a las demás especies, así como alimentando a animales salvajes y domésticos e incluso a los hombres en épocas antiguas de escasez.

La zona de Ezcaray, Valdezcaray y pueblos anexos tienen vida gracias al río Oja, un precioso río de alta montaña de la Sierra de la Demanda. Solo pueden existir estos ríos limpios y vivos con los hayedos que encontramos en lo alto de las montañas que filtran, retienen y mantienen vivo el suelo de la sierra, para devolver el agua pura de los arroyos para fresnos, tilos y avellanos antes de la llegada a su curso. Un vez en él, empieza la carrera hacia el mar, no sin antes plagar de vida todo a lo largo de su curso, con álamos, chopos, frenos y alisos en todo su recorrido.

Cada vez hay menos hayedos en el mundo,  a pesar que antes dominaban grandes extensiones en Europa, Norteamérica y Japón debido a que son lentas creciendo y nos dan una madera de gran calidad para muebles y suelos de nuestras casas.
Dicen, que donde se talan estos bosques, disminuyen las lluvias considerablemente, afectando masivamente a la vida vegetal aledaña.

Por esto solo cabe decir "Dios salve a la reina"

lunes, 7 de octubre de 2013

FAYONA DE EIRÓS, Tineo, Asturias

Hay pueblos que tienen un árbol y árboles que tienen un pueblo. Éste es el caso de Eirós, un pueblo pequeño, que posee un haya maravillosa que centra toda la atención de la villa, y a ella le deben todo.
El tamaño es majestuoso, la corteza lisa grisácea volviéndose en otoño ocre, castaña, rojiza y dorada, debido a los claro-oscuros que penetran por los huecos de su copa.
Tiene unas enormes ramas horizontales típicas de la especie, pero aquí son tan grandes que podrían ser árboles en sí mismas.
La zona debió ser hace siglos un bosque de ensoñación, donde se vería el fuerte contraste entre el cielo, las oscuras hojas otoñales, el fangoso humus de sus pies y las cristalinas aguas que recorrían las calles naturales entre los especímenes.
Son bosques y lugares de elfos y hadas. Son bosques donde mejor se aprecia la fuerza creadora de la naturaleza. Este haya pertenece al aire, a la humedad de la niebla que recoge, a los cielos, a las montañas donde detiene las nubes llamando a la lluvia.
Eirós es un pueblo privilegiado por tener su haya, dominadora de quietud, misterios, silencios, buenos presagios y naturalezas brutales.

Según las filosofías sintoístas, budistas y taoístas, todo elemento natural tiene vida, animales, plantas e incluso las piedras, la tienen. También según estas filosofías, la vida es lo más importante de estos seres y debe ser totalmente respetado. Y según esto, además, cualquiera de estos seres tiene una historia que contar.
Para conocerla, hay que detenerse, y abrir todos los sentidos. De esta forma estos seres se animan, cobran dinamismo y hablan de sus recuerdos.
Cuando te acercas a la Fayona, en solitario y en silencio, la abrazas, te sientas y dejas tu mente en blanco, ésta te cuenta viejas historias del pueblo y de los habitantes que durante tantos años la han cuidado.
Lo hace de un modo tan tranquilo y en silencio que penetra en ti para formar parte de ella. Por eso quizás dicen que la majestuosa haya es la madre del bosque, porque habla como ella, cuidándote, regañándote, pero con una absoluta complicidad de amor y vida, para cuidarte y protegerte, manantial de generosidad y abundancia.

Fui una segunda vez a visitarla para fotografiarla, ya que la primera vez no pude. Desgraciadamente, los cuentos de hadas no siempre tienen final feliz. Nuestra querida haya fue derribada por el viento en enero de 2009 y no pude verla en pié, majestuosa. Los motivos no fueron su edad y su derribo por ser anciana, sino las continuas manipulaciones de sus raíces para proteger carreteras y casas colindantes. Otra vez el hombre no protege a la protección. Eiros era un pueblo diferente y de turismo gracias a su haya. Ahora, será un pueblo más.

viernes, 4 de octubre de 2013

Inicio libro sobre la influencia de los bosques en la vida. Prólogo

ÁRBOLES:

EQUILIBRIO DE LA VIDA I

Soy la llama de tu hogar en la noche invernal. Y, en el más ardiente verano, fresca sombra sobre tu tejado. 

Soy el lecho de tus sueños, el armazón de tu casa. La mesa donde reposar tu pan, mástil para tu navío. 

Soy la madera de tu cuna y la de tu ataúd. El material de tus obras y el adorno de tu invierno. 

Escucha mi oración: No me destruyas


El Equilibrio de la vida (de mi vida)

Intentar explicar el sentido que tiene la vida es muy complicado, por no decir que prácticamente imposible. Cuando  alcanzas un estado de  madurez en  la vida, (el  que  tú  crees  que  consigues),  puedes  tratar  de mirar  a  tu alrededor e intentar evaluar el comportamiento de todo aquello que te rodea, tanto, lo que te atañe y te afecta, como aquello que aunque estando  cerca,  no  te condiciona, al menos, directamente.
Valoro muchísimo la llamada de la vocación, que creo que todos poseemos, aunque en muchos casos no explote.  Muchas personas que no han estado  en  la  situación concreta  y puntual  de  acercamiento a la influencia de su vocación, no  la  han  podido desarrollar  porque ni siquiera la han conocido.
A mí me llegó tarde, ya que esta sociedad y sus elementos formativos, casi  siempre  llegan  tarde. Acuñamos  años  de información  sin conocimientos, a la vez que nos preparamos para el futuro, sin evaluar nuestras características personales. 
Cuando ya  eres consciente  de tu vocación,  simplemente ya es difícil desarrollarla profesionalmente (que no imposible, siempre lo seguiré intentando), ya que la sociedad en la que estas inscrito, te rodea y tus responsabilidades  y afectos  te impiden  pegar un  cambio  radical, abandonarlo todo y empezar una nueva vida (que sin duda sin esos afectos, sería siempre mucho peor que la actual)
Por eso me decidí a escribir este libro, simplemente como un aficionado que le  interesa un  tema en concreto. Eso  te hace  desarrollarlo más lento y mejor, sin las prisas cotidianas del trabajo, donde todo es rápido, inmediato y  lucrativo y  termina  siendo malo, tardío y  excesivamente determinante por la plusvalía económica. Es decir, se produce el hecho de que de tu trabajo no es mejor si lo haces bien, sino si consigues que sea más rentable.
Esta sensación se ha  incorporado de un modo  terrible en  nuestro alrededor, abandonado todo estado natural. Hemos establecido  una zona de separación entre nuestro hormigón y la naturaleza, como si no perteneciésemos  a ella, como  si no  nos influenciase en nuestras  vidas e incluso como si nos molestase, viviendo contra ella y no con ella, utilizándola únicamente como  suelo (bendita gravedad)  donde destrozar lo que nuestra  bendita madre naturaleza  genera de manera gratuita y  así poder  desarrollar  nuestros intereses económicos. 
He leído acerca de árboles  increíbles centenarios, destrozados,  dilapidados, cortados y talados, abandonados y muertos para recoger sus raíces y fabricar salpicaderos de coche o puertas de lujo. 
¡De lujo! El lujo, sin duda, es tener castaños centenarios, que den vida, impacto visual, aire puro, absorban carbono y nuestros hijos puedan jugar en ellos. 
El abandono de los pueblos, donde los herederos de los trabajadores ancestrales del campo, viven en las ciudades y no sienten nada de esto, venden a distancia estos árboles benditos por unos cientos o miles de euros, con la conciencia legal que son de su posesión. Poseer es cuidar, amar y proteger. Son suyos, pero suyos administrativamente, porque no nos pertenecen a nadie. 

Se pertenecen a ellos mismos y no deberíamos tener derechos sobre ellos de esa forma tan vana.
Son tan increíbles que sin pedir nada a cambio, nos dan oxigeno, absorben nuestro carbono, regulan la atmósfera, absorben nuestra contaminación, retienen la erosión de la tierra, influyen en la atracción de la lluvia que evita las cada día más habituales sequías, mejoran el impacto visual, permiten el cobijo de muchos animales, les dan y nos dan alimento y abonan la tierra.
Con esas condiciones una especie inteligente no dudaría en proteger, ampliar, y mimar estos seres vivos y su entorno, pero sin embargo, cada día los masacramos, quemamos sus bosques y arrasamos su entorno con la excusa de lo que llamamos progreso.
Curioso es, ciertamente, que una vez hemos “progresado” en la vida, compramos jardines y plantamos árboles para sentirnos en ambientes agradables y bonitos.
Empecé a conocer e interesarme por los bosques y sus árboles muy tarde, a eso de los veintiocho  años, cuando alguien me regaló un bonsái. Aquello me pareció algo muy complicado. ¿Cómo podía aquello vivir en una maceta tan insignificante cuando sus congéneres en el campo desarrollaban sus raíces de un modo impresionante? Aquello fue un reto que decidí asumir pensando que se trataba de jardinería y poco más.
Empecé a documentarme sobre el tema y me di cuenta en seguida, que tenía bastante de jardinería, mucho de biología y botánica y sorprendentemente una enorme cantidad de filosofía y sentido de la vida.
Empecé a asimilar la influencia de la naturaleza en nuestro entorno, el respeto hacia otras formas de vida y en una sociedad con tantas finalidades diarias como la nuestra, la impronta de trabajar sin objetivos, vivir el momento sin buscar un fin concreto, sin la búsqueda de una rentabilidad  económica y con el afán de disfrutar cada día de lo que el día da, del estado de las cosas en cada momento, de disfrutar del presente y de trabajar para el presente de mañana y el presente del día siguiente. De saber que los cuidados de hoy solo valen para hoy, de saber que mañana se volverá a tener que hacer para mañana y de saber hacerlo sin pedir nada a cambio, más que la propia satisfacción de la formación, del placer propio y de la búsqueda de lo bueno, lo bello y lo natural. Esto evidentemente te lleva a aplicarlo a otros conceptos de la vida, por supuesto.
Así evidentemente empecé a asociar bonsái con árbol, paisajes, paseos por la montaña y a encontrar el placer de la soledad en la búsqueda de un árbol singular, poder abrazarlo, fotografiarlo y compartir con él unos minutos de tranquilidad, pensamientos y equilibrio personal. Empecé a observar no solo los árboles singulares, sino los de su alrededor, su entorno, los de los parques y avenidas y empecé a pensar y darme cuenta de lo razonable que hacían nuestra existencia.
En los viajes que hemos realizado a lo largo del mundo empecé a pararme y observar,  no solo las catedrales y la arquitectura ancestrales, sino también, en el paisaje natural que les acompañaba dándome cuenta de su importancia. ¿Alguien podría imaginarse El Escorial sin Abantos, o Recoletos sin bulevares de plátanos y acacias? ¿Sería lo mismo Nueva York sin Central Park o Londres sin Hyde Park?

He intentado desarrollar esta demanda interna, no aislada sino ecológicamente. El significado de la palabra ecología explica la interacción del hombre con la naturaleza. Diariamente utilizamos este término para intentar definir lo natural y lo que no fabrica el ser humano. Nada más lejos de la realidad. La ecología es nuestra interacción con el resto de las formas naturales y de la influencia entre ambos.
Por esto siempre he sido “ecológico” y he vinculado mi persona  y a los míos con los árboles. En las muchas fotografías que aparecen en este libro aparece mi gente asociada. Puedo ver el crecimiento personal de mis hijos. ¡Qué ilusión tremenda cuando alguien de mi entorno consigue ver un árbol bonito cuando llevaba pasando años a su lado sin llegar a verlo nunca! 
He intentado vincular a mis hijos y mi entorno a este sentir, estar más próximo a plantar, cuidar y mejorar nuestros entornos próximos degradados. 
Una de las cosas más curiosas que he observado a lo largo de estos años es la total oscuridad hacia nuestro entorno que existe en nuestra sociedad. Se vincula el arbolado o los espacios naturales solamente al impacto visual, aunque cuando se degradan o los arrasamos, aparece un natural razonamiento a la desaparición y en pocos días no existe esa visión en nuestras retinas y parece que ese edificio o ese solar llevasen milenios en ese estado. Con las actuales políticas inmobiliarias y las pasadas revoluciones industriales y urbanas han desaparecido por el "bien del progreso" la mayor parte de los bosques primarios, siendo particularmente masacradas las poblaciones más increíbles del planeta como los grandes bosques de nuestro gigante mundial, las secuoyas de California. Gracias a Dios se está invirtiendo hacia políticas sostenibles de uso racional y esperemos nuestros nietos consigan mejorar e incrementar el 5% de estos bosques que aún existen y del que dependen miles de organismos, entre ellos el nuestro. 
No puedo dejar de contar el curioso caso del Moral negro (Morus nigra) que encontramos en el Parque Nacional de Krka en Croacia en el verano de 2009. Aposté que los cientos de personas que bajaban por la suave y agradable pendiente que terminaba en un grandioso ejemplar casi seguramente milenario no se percataban de su presencia ni nadie se paraba a observarlo. Así fue después de varios minutos de observación. Me preguntaba qué razón llevaba a  la gente a un parque natural, sino a observar la naturaleza y los mejores ejemplos que ella ofrecía. 
Aquí se podría aplicar la famosa frase del árbol que no te deja ver el bosque, aunque en este caso sería sin duda al revés, el bosque que no te deja ver el árbol.
Ejemplos como éste he visto muchos a lo largo de estos años, pero también he podido comprobar cómo lugares de encanto, benditamente perdidos de las tenazas de las carreteras principales, tenían a estos poderosos seres vivos como centro de sus vidas, de sus historias y de sus orgullos.
Espero que estas líneas sirvan al menos para que quien las lea mire a partir de ahora a los árboles de otra manera. Con respeto, admiración y agradecimiento a quienes nos permiten vivir sin pedir nada a cambio.
Recuerda, lo que se conoce, se cuida y lo que se cuida se ama y se protege.

Esta es la primera entrada de lo que a través de 1 vida, mas de 400 árboles documentados en medio mundo, más de 5000 fotografías y alrededor de 400 páginas iré subiendo en los próximos meses.

Como me indujo D.Joaquín Araujo, a quien admiro desde la distancia, por favor  EMBOSCATE !!!!!