martes, 5 de noviembre de 2013

Sabina Albar. Sigueruelo, Segovia


Sabina Albar 
(Juniperus thurifera )
Sigueruelo (Segovia)


Austeridad. No hay mejor vocablo para definir la vida de las sabinas. Deberíamos tener a estos seres como ejemplo vivo de la existencia sin necesidades. No necesitan prácticamente nada para vivir. Utilizan lo más estéril y yermo para subsistir. A diferencia del resto de las especies vegetales, (el tejo y el pino, humedad, el roble, el haya, el álamo, el fresno, abundancia de agua, el abeto, el alerce, frío y nieve, etc), los juniperus en general, y las sabinas en particular sobreviven donde nada lo hace. Solo las encinas se les asemejan, aunque necesitan más pluviometría anual y no soportan extremas temperaturas invernales. Se clavan en terrenos áridos y secos de altiplanicies como las de Soria, Segovia o Teruel, donde nada germina, entre rocas y suelos graníticos. Aún así, y a su dificultad de germinación, incluso con su lento crecimiento todavía poseemos grandes superficies de grandes sabinas. Una de las más importantes se encuentra en Segovia, en la planicie de la cara norte de la Sierra Central, detrás de Riaza. Centenares de hectáreas donde esta reliquia de la Era Terciaria todavía permanece inmune a las garras de los humanos.
Cuatro especies se dan de modo importante en la Península Ibérica. La primera, el Enebro (Juniperus oxicedrus) de hojas aciculares pinchantes de algo más rápido crecimiento (por decir algo). Se da entre encinas y pinos en los densos bosques mediterráneos peninsulares. Con sus bayas se aromatiza la ginebra, que tanto gusta por estos lares.
La segunda, ya Sabina, se denomina rastrera, por su bajo porte arbustivo, y su horizontalidad al suelo. Se puede observar muy fácilmente en cuanto subamos laderas montañosas pedregosas por toda la Sierra Central.
La tercera, la de la foto, se denomina Albar (Juniperus thurifera) de lentísimo crecimiento, solo unos mm de anillo anual, bellísima cuando anciana se vislumbra desde carreteras de Castilla. Posee hojas escuaciformes como la de los cipreses 
La cuarta, última, y no por ello menos importarte, es la Sabina negra (Juniperus phoenicia). Se diferencia de las demás por las características de sus hojas, ya que comparten rasgos entre enebros y sabinas, ya que sus hojas son aciculares pinchosas cuando son jóvenes y escamosas cuando maduran. Se las llamó negras, por que de lejos, su color oscurece con la luz solar y dan apariencia de bosques oscuros. Esa propiedad de las hojas las comparte con la Sabina asiática (Juniperus chinensis), tan popular en bonsái.
Las sabinas son mujeres, mujeres fuertes, que han labrado su historia a base de esfuerzo, trabajo y moral. Por eso pueblos que superaron grandes vicisitudes históricas y tuvieron a las mujeres de protagonistas definieron a estas mujeres como estos seres y Sabinas las llamaron. (A mi lado tengo un ejemplo de esto, y a escondidas, sin que se entere, la llamaré Sabina) 



 

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