Encina Terrona. Belvis Monroy. Cáceres
Las torres gemelas. Así me gusta llamar a esta encina.
A este tipo de encinas muy abundantes en Extremadura se les llama "dos hermanas o hermanas gemelas". Han crecido dos ramales de la misma bellota desde su inicio o han crecido dos bellotas juntas, en cuyo caso son dos ejemplares unidos por los años.
Si tomásemos el perímetro normal por debajo de la bifurcación o ésta empezase por encima del metro y medio de altura, se trataría quizás de la encina de tronco más grueso que se pudiese ver en España.
Aún así, tomándolas como dos encinas juntas, siguen siendo pletóricas y parece que con su diseño natural quieren representar la V de la victoria, para decirnos, que han podido con las visicitudes de estos años, y han superado todo lo encontrado a su alrededor.
Las encinas, distribuidas por prácticamente por todo el territorio español, desde cota cero a los 1200 m sobre el nivel del mar, es la especie más abundante de nuestro territorio, y sus principales características simpatizan con nuestro clima continental interior y costero, ya que soportan fríos intensos, sequías prolongadas, y lo que es más importante, es que después de quemas o incendios, consiguen sobrevivir de sus cepas, fabricando individuos más fuertes a la sequía y a los incendios.
Son famosas las dehesas de las zonas centrales de España, dehesas creadas sintéticamente por el hombre para compatibilizar agricultura, ganadería y usos de estos árboles para leña, carbón y alimentación del ganado. Sin estos usos paralelos seguramente la encina no hubiera sobrevivido a las talas intensivas que se produjeron desde el inicio de la humanidad moderna no nómada y desde la introducción de la agricultura intensiva que trajeron los árabes, hasta los modernos huertos solares de nuestros días.
La recolección de sus frutos, de las bellotas, con usos tanto de alimentación animal como humano, prácticamente ha desaparecido en nuestros días, salvo el uso para las grandes granjas de cerdos ibéricos, en las sierras de Extremadura y Huelva.
Este abandono, a la larga, genera beneficios para el medio ambiente, ya que la no recolección de las bellotas, puede generar más germinaciones naturales.
Estudios a largo plazo, confirman que cuando se abandona la ganadería, y por supuesto la agricultura en estas zonas, y lo único que se hace es precisamente no hacer nada, la densidad del arbolado aumenta progresivamente y de modo espectacular en un entorno de 25 años. Fotografías tomadas en esos intervalos de tiempo, consiguen hacernos ver el significativo cambio.
El tiempo es el único que modifica el medio ambiente para su mejora, si dejamos que trascurra de modo natural y apacible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario