El tamaño es majestuoso, la corteza lisa grisácea volviéndose en otoño ocre, castaña, rojiza y dorada, debido a los claro-oscuros que penetran por los huecos de su copa.
Tiene unas enormes ramas horizontales típicas de la especie, pero aquí son tan grandes que podrían ser árboles en sí mismas.
La zona debió ser hace siglos un bosque de ensoñación, donde se vería el fuerte contraste entre el cielo, las oscuras hojas otoñales, el fangoso humus de sus pies y las cristalinas aguas que recorrían las calles naturales entre los especímenes.
Son bosques y lugares de elfos y hadas. Son bosques donde mejor se aprecia la fuerza creadora de la naturaleza. Este haya pertenece al aire, a la humedad de la niebla que recoge, a los cielos, a las montañas donde detiene las nubes llamando a la lluvia.
Eirós es un pueblo privilegiado por tener su haya, dominadora de quietud, misterios, silencios, buenos presagios y naturalezas brutales.
Según las filosofías sintoístas, budistas y taoístas, todo elemento natural tiene vida, animales, plantas e incluso las piedras, la tienen. También según estas filosofías, la vida es lo más importante de estos seres y debe ser totalmente respetado. Y según esto, además, cualquiera de estos seres tiene una historia que contar.
Para conocerla, hay que detenerse, y abrir todos los sentidos. De esta forma estos seres se animan, cobran dinamismo y hablan de sus recuerdos.
Cuando te acercas a la Fayona, en solitario y en silencio, la abrazas, te sientas y dejas tu mente en blanco, ésta te cuenta viejas historias del pueblo y de los habitantes que durante tantos años la han cuidado.
Lo hace de un modo tan tranquilo y en silencio que penetra en ti para formar parte de ella. Por eso quizás dicen que la majestuosa haya es la madre del bosque, porque habla como ella, cuidándote, regañándote, pero con una absoluta complicidad de amor y vida, para cuidarte y protegerte, manantial de generosidad y abundancia.
Fui una segunda vez a visitarla para fotografiarla, ya que la primera vez no pude. Desgraciadamente, los cuentos de hadas no siempre tienen final feliz. Nuestra querida haya fue derribada por el viento en enero de 2009 y no pude verla en pié, majestuosa. Los motivos no fueron su edad y su derribo por ser anciana, sino las continuas manipulaciones de sus raíces para proteger carreteras y casas colindantes. Otra vez el hombre no protege a la protección. Eiros era un pueblo diferente y de turismo gracias a su haya. Ahora, será un pueblo más.
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