Olivo (Olea Europaea) Peraleda de la Mata (Cáceres)
Siempre he pensado en la protección generada por personas que nos han querido, o por seres que nos provocan sensaciones positivas. Incluso nos protegemos a nosotros mismos cuando nuestro espíritu se contagia de positivismo. Dicen que las enfermedades graves, aunque no se curan, se alivian o mejoran por estar en contacto con animales, alegrías y optimismos reales.
Yo creo que el Olivo es el árbol de la protección. Y siempre he procurado tener un olivo en mi jardín. Tengo la sensación que le invade lo mejor del cristianismo y de la doctrina que Él nos enseño. Es un ejemplo de hermosura, amor hacia los demás, compañerismo, y solidaridad. Por eso lo eligió en su última noche.
Una de las sensaciones que más me han hecho disfrutar en mi vida, fue la de salvar un gran olivo condenado por una carretera (como tantos árboles sucumbidos).
Sin pensarlo, convencí a la dirección de obra que si me daban un día, lo sacaría de raíces y lo plantaría en mi jardín. De esto hace ya 12 años y aunque ya no lo disfruto, pues vendí la vivienda, sigue pleno de salud y vida. Aún más, pues año tras año, los mirlos han fabricado su nido y sacado adelante a sus pollos. Cuando vendí la casa, la gente me decía por qué no trasladaba el olivo a la nueva, que había sido yo el que me lo había ganado. La respuesta es sencilla. No nos pertenece a nadie sino a sí mismo. Se trasladó para salvarle la vida y no para poseerlo. Ahora no existe justificación alguna, pues tendrá una larga vida, si nadie decide modificársela. Posiblemente dentro de dos siglos alguien comentará que este gran olivo nació donde se ubica, sin imaginarse su historia. ¿Pero eso importa de verdad?
Ahora tengo otro mucho más pequeño, pero que poco a poco va creciendo lleno de esplendor y verdor. Pero pienso que protege tanto como el otro. Y debe proteger, ya que estoy rodeado de suerte y amor.
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